Domingo, antes de que el reloj marque el comienzo de un nuevo día, me repliego sobre mí misma y comienzo a tramar cómo haré para bajar los kilos consumidos este fin de semana lleno de melancolía, en el menor tiempo posible. Cómo, cuándo, dónde y bajo qué pretexto, podré saltarme una comida; y qué puedo comer que sea poco calórico, cuando no pueda escapar de ellas.
Así cada una de mis noches en las que doy rienda suelta a mis demonios.